martes, 8 de marzo de 2011

Leyendas de Sevilla: "Doña María Coronel"

Doña María Coronel Fernández era una bella joven que se casó con el caballero don Juan de la Cerda.Cuando se alzaron contra el rey don Pedro I sus hermanos bastardos, encabezados por don Enrique de Trastámara, se adhirió al bando de éstos el caballero don Juan de la Cerda. Esto motivó que el rey legítimo le condenase por traidor, y habiéndole cogido prisionero en una batalla, lo mandó decapitar.

Pasado algún tiempo, el rey don Pedro conoció a Doña María Fernández Coronel, quien ya consolada en parte de la muerte de su esposo, vivía tranquila administrando los bienes que le pertenecían a ella por su dote, puesto que los bienes de su esposo habían sido incautado por el rey, y su casa situada junto a la iglesia de San Pedro había sido derribada y sembrado su suelo de sal para que ni naciera allí la hierba, como escarmiento para traidores.
Conocerla y enamorarse de ella fue todo en uno, y desde aquel día el rey don Pedro persiguió a Doña María Coronel, con ánimo de rendirla, aun cuando ella lo rechazaba y huía de donde él pudiera encontrarla. Por esto, se refugió en casa de sus padres, en la calle Arrayán, confiando en eludir esta persecución.

Pero el rey, inflado de deseos amorosos se propuso robarla de la casa de sus padres y habiéndole ella sentido llegar con unos criados, mientras el rey asaltaba el edificio por un lado huyó doña María cubierta con un velo, saliendo por la puerta que daba frente a la iglesia de Omnium Santorum, y desde allí corriendo cruzó la Feria , rodeó la laguna ( hoy paseo de la Alameda ) y llegó desolada a pedir amparo y refugio en el convento de las monjas de Santa Clara.

Las monjas, imaginando que el rey no tardaría en llegar allí a buscarla, la ocultaron en una zanja que había en el jardín, sobre la que pusieron unas tablas y la cubrieron con un poco de tierra. Al amanecer, llegó en efecto el rey, quien había recibido una confidencia y recorrió todo el convento buscándola, sin encontrarla. Las monjas cuentan que milagrosamente hizo Dios que sobre la tierra que cubría aquel improvisado refugio naciera hierba y brotaran flores en un momento, con lo que el rey no pudo descubrirla

Pasado algún tiempo y confirmado nuevamente en sus sospechas del rey, se presentó de improvisto en el convento donde doña María Coronel estaba viviendo ya más descuidada. No le dio tiempo de esconderse y el rey la persiguió por los corredores con ánimo de reducirla y llevársela al Alcázar. Pero ella en carrera entró en la cocina, donde estaban en aquel momento preparando la comida unas legas. Doña María se dirigió al hogar, cogió una sartén que estaba llena de aceite hirviendo, y se la derramó por la cara, deseando desfigurarse para que así el rey no sintiera más apetito por ella. En efecto, el aceite le produjo horrorosas quemaduras que desfiguraron su bello rostro, y cuando el rey entró en la cocina y vio aquella cara desollada, chorreando sangre, y contraída por el horrible dolor, huyó despavorido y desconsolado.
Enterada la reina del heroísmo de María Coronel y asombrada por ese gesto de santidad, la mandó llamar. Cuando entró María, la reina visiblemente afectada se puso de pie, se quitó la corona de su cabeza y la colocó en la cabeza de María y le dijo: «Vos María merecéis corona y debéis llamaros coronada».

Mandó el rey a la abadesa de Santa Clara que cuidase y atendiese muy bien de Doña María Coronel, que él estaba arrepentido y no volvería a molestarla, y le concedería cuanto ella pidiese.
Entonces Doña María Coronel, una vez que estuvo repuesta, pidió al rey que le devolviera el solar de la casa de su marido, junto a la iglesia de San Pedro, donde ella se proponía fundar un convento.

El rey dio el solar, donde ella hizo construir el Convento de Santa Inés, y una vez edificado, organizó comunidad, siendo ella la primera priora que tuvo.

Doña María Coronel fue priora durante muchos años, pues murió de avanzada edad. Fue enterrada en el coro, pero el el siglo XVI, al hacer unas obras, encontraron su ataúd y al abrirlo apareció el cadáver perfectamente conservado, por lo que las monjas lo colocaron en una urna de cristal, al descubierto. Todos los años el día 2 de diciembre puede visitarse en la iglesia de Santa Inés esta urna, donde se ve el cuerpo de la fundadora, y pueden apreciarse en su rostro las cicatrices que le produjo el aceite hirviendo.
Doña María Coronel, perfectamente conservada
 ¿Cuántos haríamos sin llegar a este extremo claro, un gesto de valor, solo por mantener lo que somos y queremos y no vivir en hipocresía? ¿Cuántos dicen estar enamorados y mantener lo que tienen por pura conveniencia?
Aquí un ejemplo de una mujer que quizo vivir como ella quería y no como intentaron imponerle.

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