lunes, 7 de marzo de 2011

Dolor y Soledad Servita

Allá, por aquella calleja estrecha susurrante de quejido, entre espadaña de Torre Mudéjar y de plaza sevillana que apura los olores de cuaresma entre caricias de azahares, por aquellos lugares en los que la mente se pierde y el corazón se encuentra.

Allí, en aquella capilla pequeña y familiar en la que el clamor de la Soledad te golpea de cara conforme atraviesas su portal, y al girarte encuentras el Dolor padeciente de una Madre que el cuerpo inerte de su Hijo sostiene entre sus brazos con Piedad.

Allí es, a los sones de trío de capilla que nuestra imaginación fabrica para convencer a los latidos y entre Soledad y Dolor que halla la Divina Providencia es donde comprendemos que la salvación llegó a Sevilla, de la mano de un fiel Servita.

Toque lento de tambor, se doblega el luto en la lúgubre y apenada tarde del Sábado Santo. Jesús va muerto, el Redentor ya posó su cabeza sobre su pecho y su Madre Dolorida ahora lo apoya sobre su regazo para consolar la muerte que injusta se apoderó del Mesías.

Ya se nos va, la caoba cruje de dolor y los evangelistas sus manos ven paralizadas ante tal pavor. Viene Ella, ya sola viene Ella, convirtiendo sus nubes en palio de cajón y las lágrimas de sus velas en pañuelos para la oración. Viene en Soledad la Madre de aquel que murió en la Cruz, viene al centro del Mundo buscando el consuelo por las calles que suspiran por la Madrugá en la que Resucita el Salvador

La cruz esta vacía, que Dolor por Dios el que se apodera de mi corazón, que temor, que horror verte tendido y contemplar tu cuerpo yacente una vez más. No puedo Señor, en los Servita yo entregué ya mi alma y mi pudor, en aquella calleja quedó mi cuerpo atrapado en los brazos del Dolor.
La Cruz esta vacía, juega el viento con los paños del Santo Sudario, ¿Y María Magdalena? ¿Y el bueno de San Juan?. Ahora te veo como nunca te vi caminando en la Soledad del aire del monte Calvario, sola viene Ella, al compás sigiloso de un redoble de cortesía a la rigurosidad de la pena, viene Ella avanzando con terror, ha visto expirar y caer en sus brazos al Hijo de Dios.

Que Sevilla se eche a la Calle y viva de nuevo un Sábado Santo a la luz del pavor, que consuele a María que viene en Soledad tras sostener en sus brazos la muerte de nuestro Señor, que le seque sus lágrimas con oración y que entienda que en aquella calleja ya se quedó el corazón de aquel que es Siervo de María y sufre su Dolor.
Virgen de los Dolores y Cristo de la Divina Providenci
Capilla Servita, allí me quedo yo.
Virgen de la Soledad
 Por, Juan Pablo Pozo

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