Tradición en Aznalcázar

Hay tradiciones que nunca se debieran de romper. Su motivo principal es que a veces, son mucho más que una tradición. Que Benacazón en su camino del Rocío bendiga con su Simpecado la villa de Aznalcázar es un claro ejemplo de tradición arraigada en lo más profundo de un pueblo.

¿Por qué romperla? Hay ancianos ya con sus nietos que llevan toda una vida sintiéndose rociero gracias a ellos y ahora, ahora se pretende que dejen sus emociones al lado.
Es mucho más que una tradición, es un sentimiento y una devoción por la Madre de Dios.

No hay cosa más bella y hermosa que el rostro de un niño mirando de reojo a su abuelo emocionado y plantando su corazón ante la Virgen del Rocío. Tantos niños que han sido enseñados, que se les ha inculcado algo tan especial que no merecen perderlo.

Que sería de Aznalcázar sin escuchar una vez al año los cohetes en la lejanía, sin que se apodere de sus mentes la alegría al son de sevillanas rocieras y de salves rezadas.

Que sería si esas promesas que permanecen calladas no pudieran ser lanzadas a la Virgen del Rocío que viene desde un pueblo que ese miércoles es algo más que vecino.

Por qué perder la hermosura de un Ángelus cantado al mismo son por corazones rocieros de Aznalcázar y Benacazón, por qué dejar a la Virgen del Rocío sin sus ramos de flores entregados por este pueblo que la quiere con los cinco sentidos, por qué dejar todo atrás y perder la vista de la carreta pura y blanca de madera.

Son muchas consecuencias lo que traería perder todo esto, hablamos de sentimientos, de pasión, de devoción por la Madre de Dios.

Seguro que Rocío, también echaría de menos estos momentos.

Por, Juan Pablo Pozo