Pasa un año tras otro y no pasan las letras hasta sentirse pisadas por nuevas comparsas y chirigotas que asechan a la tacita por su frebrero capital.
Vuelven a surcar vientos y mares letras a la sociedad, buscando justicia y verdad. Vuelven a lanzarse halagos a la Cádiz más tradicional, a la de carnavales, a la que siente su corazón latiendo un año más con fuerza para llevar su alegría y felicidad.
Disfraza su querer en amor, su sonrisa en carcajada, su sentir en corazón y su arte en pasión. Viste sus calles con letras de ardor, bailotean sus plazas, ríen sus callejas blancas y habla la luna con el sol cada mañana sobre lo sucedido en el gran teatro Falla.
Dicen que nunca pasa, que es eterno el carnaval, dicen que siempre queda una letra de sinceridad y un grito de María la hierbabuena que queda preso en el eco del recuerdo.
Dicen que quien no bebe de la tacita por febrero no vive un febrero real, Cádiz toma Andalucía y de su mano un país, se hace grande desde dentro como si una nueva letra se escribiera a cada instante por el recorrer sigiloso de sus calles.
Se siente comparsista para alagar, cuarteto para reír, coro para degustar y soñar. Se siente solista como barco que navega por su mar, se siente de oro su plata, se siente Cádiz, cuando se siente en Febrero, la ola de su carnaval.
Por, Juan Pablo Pozo.
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